martes, 25 de mayo de 2010

Lo que me enseñó Zimbardo

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Y si, a veces yo también me siento así.

















Te estarás preguntando qué carajos, cierto? Paso a explicar.


Resulta que yo estaba en Italia allá en el año 68, buscando con mi amigo Chickenfeis restos de cuero de uniformes y consoladores de soldados caídos en la segunda guerra mundial que había culminado a fines del año 66, cuando, en la isla de Genova, al sureste de Sodoma, hoy en día conocida como Galicia, conocí a un poeta y dramaturgo que hoy en día es muy desconocido por la sociedad de letras internacional (la ILS, Internationale Letra Societeé, fundada en el año 1848 después de que, en una fiesta de gala celebrando los 200 años del nacimiento de la república de Zaragoza, en la mesa principal donde se encontraban las mayores eminencias literarias de la época, Rimbaud se rajase un pedo tan espelusnante y descomunal que le voló la peluca a Apollinaire, que en esa época contaba sólamente con cinco lustros y medio. El evento llevó a Apollinaire a escribir aproximádamente diecisiete novelas, de las cuales ocho fueron publicadas póstumamente y se transformaron en las bases del humor del siglo XX.). El nombre de este poeta y dramaturgo Italiano no podré olvidarlo nunca, especialmente porque lo llevo tatuado en la cara interna del cachete derecho del culo después de que en las navidades del 68 nos pusiésemos un pedo de la san puta en el backstage de la tercera gira que compartimos Chickenfeis y yo con la banda Pink Floyd que en esos tiempos habían largado su segundo disco: "La Salsa Secreta".

Su nombre era Zimbardo Tardígrado Soliton Capgras, pero los amigos lo conocíamos como Capitan Rongorongo Voynich Aja'ib al-makhluqat wa ghara'ib al-mawjudat Taman Shud Lilliputian Freedom Fighter. Ya sé qué estás pensando y la respuesta es si; tengo el culo muy grande.

Por qué cuento esto? Muy simple. Yo soy una persona honrada que sólamente pide de los demás respeto cuando es merecido y crédito cuando es debido, no sólo para mi, sino para todos, y hoy 25 de Mayo del 2010 se cumplen 41 años de la muerte de uno de los seres humanos más fascinantes, sensibles, geniales y alcohólicos que he conocido en mi vida. Un ser humano al cual la humanidad le debe más de lo que es capáz de reconocer, en ámbitos artísticos, políticos, geográficos y meretrícicos. Voy a tratar de explicar por qué, y contar quién fué Zimbardo Tardígrado Soliton Capgras A.K.A. Capitan Rongorongo Voynich Aja'ib al-makhluqat wa ghara'ib al-mawjudat Taman Shud Lilliputian Freedom Fighter.

Como les decía, conocí a Zimbardo a principios del año 68, en la isla de Genova, mientras con mi compañero de ciencias, y co-autor de la Teoría Universal Del Zapato, Sebastian Chickenfeis Calzado (cuyo apellido pasó a usarse como denominador general de los distintos tipos de zapatos, alpargatas y demás. quizás algún día me arme de paciencia y cuente esa historia en su totalidad), estábamos recorriendo Europa con un ejército de 10.000 voluntarios que nos brindó el gobierno de París después de que solucionara una disputa entre oficiales parisienes y un humilde criador de uvas del tamaño de ciruelas, y de que observaran cambios climáticos positivos luego de que libráramos a toda París de la amenaza de la intoxicación del suelo a base de cadáveres. Para fines del 67 habíamos recorrido ya toda Francia, Alemania, España y Portugal, cuando hicimos nuestra primera gira con Pink Floyd, que se llamó "Psychedelic Leather: Pink Floyd and the 10.002 Cadaver Fighters". Resulta que después de las vísperas de año nuevo, empezamos la segunda gira, esta vez llamada "Pink Floyd Presents: Dead Bodies and Fernet, the Italian Tour with the 10.002 Cadaver Seekers", así que entramos a Italia y entre que sacamos cadáveres de la tierra, tocamos algunos temas copados, le dimos la mano al presidente Ginobili y le tocamos el culo al Papa Mazinger Z, sin darnos cuenta terminamos en Genova. Un 2 de Enero del año 1968 fue el fatídico día donde, en un bar en la Vía Garibaldi donde, según me dijo el guía turístico que contratamos porque nos pareció buena onda, se juntaban el underground literario del lugar, se dió el comienzo propiamente dicho de esta historia. Como yo siempre fui fan de la literatura italiana, del underground en general y del fernet, me dije a mi mismo, tengo cita obligada en este barcito, que hoy en día ya no existe, hoy en su lugar se encuentra el Hotel Pavarotti. El bar se llamaba "Ubu Re Loco". Apenas tomo asiento en la barra y le pido al barman un felne bien purito, siento que de uno de los rincones más oscuros del bar salen desaforados gritos, aullidos espeluzgnantes que sólo pueden venir de la ultratumba, de un alma torturada o de la cancha de Bentral en el partido del Domingo. Inmediatamente le pregunto al bartender QUÉ MIERDA mirándolo fíjamente a los ojos sin sacarme el sorbete de la boca que enviaba un flujo constante de fernet a mi garganta. No sé si me entendió, al gritar lo único que logré fue cubrirlo con una fina lámina amarronada mientras de mi boca salían gárgaras. Me lo quedé mirando mientras se limpiaba los lentes con un trapito, y al ver que no me había entendido apunté al lugar de origen de los gritos y le dije repetidamente "quoi? quoi?", en italiano, para que me diga qué eran esos gritos. Finalmente (se ve, pobre, que era una persona con capacidades especiales, y que el tío o el abuelo lo había puesto de barman pensando que era un trabajo aceptable para un joven diferente como él, ya saben cómo son los gringos que ponen a los niños en contacto con el alcohol desde una edad muy temprana para que se vayan acostumbrando) el barman me dijo en un italiano muy quebrado: "Ése debe ser Zimbardo, un dramaturgo local". Después de felicitarlo por no solamente conocer la palabra dramaturgo sino que por pronunciarla bien (uno tiene que incentivar a estos seres para que se sientan integrados a la sociedad), me levanté de mi banquito y me dirigí con intriga a la mesa donde cinco seres con apariencia siniestra parecían comparar notas mientras hacían gestos y ruidos de animales, rodeados de papeles escritos a mano, como si se tratase de la burocracia del infierno.

Al llegar a la mesa descubro que en realidad lo que sucede es que están recitando poesía, algunas propias, otras clásicas como el poema que abre la novela nº8 de Apollinaire, titulado Roberto Rimbaud Me Robó la Risa:

"[...]Y en un instante palpitante
Recalcitrante
Espelugñante

Un gas fugáz
Desde atrás
Hizo zas!

Qué comiste, Rober?
Una milanga? Una pizza?
Porque ese pedo
Me mató la sonrisa"


Me asomé sigilósamente y pegando un grito que sólamente un Argentino puede hacer (sobervio, molesto e inoportuno), les pregunté QUÉ PASA ACÁ!?
A lo que respondieron con miradas silenciosas pero curiosas.
Zimbardo se me acerca y me dice masomenos así, tomando la pose del orangutan estreñido
























USTED
SEÑOR CON MOÑO INVISIBLE
Y PELO COMESTIBLE
SE ATREVE

*cambia de pose a la posición del águila empedernida*


























A INTERRUMPIR EL GRITO
DEL TANO, DEL GRINGO
LE VA A IR MAL, EH?

*cambia de pose para imitar a la tortuga victoriosa*























Yo, que he tenido mis gatos y mis payadas, le contesté, asumiendo la pose del elefante sagrado:






















YO VINE DENDE MUY LEJITOS
A TOMAR UN FERNÉ Y COMER CHIZITOS
Y SU GRITO CON VOZ DE PITO
ME HA SACADO EL APETITO

Inmediatamente salté a la mesa donde estaban y empecé a bailar el zapateo de la Victoria Peronista.























Asombrado con mi capacidad de improvisación poética y mis obvios dotes tespianos, Zimbardo me invitó a sentarme a su mesa con sus amigos, que más adelante me enteré que eran nada más y nada menos que Eugenio José Larralde, también conocido como Larry, August Ferdinand Moebius, conocido como Moe, y Curly García, un trío que llegaría a encabezar la escena internacional del folklore y las matemáticas, además de convertirse en los padres del humor slapstick, engendrando a grandes como Carlos Chaplín y la Brigada Cocacola.

En ese momento nació una amistad que sería tan fuerte como corta, duraría un año y chirolas, y que terminaría en tragedia, dejándome marcado para siempre.

El Seba y yo ya habíamos terminado la segunda gira, y estabamos haciendo planes para una tercera, que culminaría en las vísperas de año nuevo. Mientras nuestros diezmil subordinados se encargaban de construir rápidamente los cimientos de lo que sería neustro hotel privado (hecho totalmente de materiales reciclados a base de cadáveres), yo me tomaba unas horas diarias para ir al bar Ubu Re Loco y encontrarme con Zimbardo, para recitar poesías, interpretar obras en un pequeño escenario improvisado con mesas del bar, e intercambiar filosofías profundas de nuestras vidas que eran tan, tan diferentes.

Él era hijo ilegítimo de una prostituta búlgara, que quedó embarazada al ser violada por un soldado danés, luego de que Dinamarca invadiese Bulgaria en la primera guerra mundial, allá por el año 45. Vivió los primeros diez años de su vida allá, en la ciudad de Budapest, de la cual guardaba recuerdos entrañables. Literalmente entrañables porque tenía que trabajar en una fábrica de fiambres porque a su madre no le alcanzaba la guita para mantenerlo. A los 8 años cayó víctima de una grave enfermedad desconocida en el momento (luego se descubriría que lo que lo aquejaba era un caso extremadamente grave de ortitis hereditaria, complicada con un cuadro agudo de coproencefalitis), y tuvo que pasar dos años internado. Estos dos años lo marcaron terriblemente, transformando al niño que era felíz metiendo carne en intestinos de oveja por 50 centavos la hora, diecisiete horas al día todos los días, al niño que se la pasaba leyendo cuentos de Edgar Alan Paulocoelhoe en las mañanas y que quería a su madre como sólo un niño puede amar a una sucia prostituta búlgara, en un engendro trastornado envuelto en una nube de dolor, oscuridad y olor a embutido. A los 10 años él y su madre se fueron a vivir a Italia, para huir de la crisis del salamín búlgaro, se establecieron en Genova y rápidamente Zimbardo pasó a ser conocido como el pirado del pueblo. A los 12 años quemó una carnicería, jurando haber visto el rostro de su padre en un salamín picado fino y fue internado en un psiquiátrico, Nostra Donna Dello Tagliarini, durante casi 5 años, donde fue sometido a terapias de electroshock, bioshock, enemas eléctricos y diversos cocowashes. Reflejo fiel de la barbarie de los procedimientos para la salud mental de aquellos primitivos tiempos, todo esto lo dejó aparentemente dócil, pero más muerto que vivo, y al salir del psiquiátrico el joven Zimbardo pasó tres años sin decir una palabra, hasta que en su cumpleaños nº18, cuando su madre le preguntó qué quería de regalo, pronunció sus primeras palabras luego de ese silencio sepulcral: "QUIERO FIFAR".

Su madre, que ya estaba retirada de su trabajo de prosti, pero que estaba planeando abrir un puticlub en Genova, lo invitó a hacer las entrevistas laborales necesarias, testeando cada mujer que se postulaba para prostituta. Todo este proceso que tomó aproximádamente un año lo rejuveneció en cierta forma, devolviéndole su ímpetu ligeramente hiperactivo y arreglando definitivamente sus problemas de habla (aunque a partir de ese entonces pasaría a usar muy frecuentemente palabras sucias e interjecciones innecesarias, al punto en que quisieron internarlo de nuevo en el psiquiátrico, pero un señor llamado Antonio Mamerto Gilles de la Tourette Nuñez convenció a los médicos de la época que su enfermedad no era grave y que era tratable sin necesidad de internarlo. Más adelante a Antonio "Gauchito" Gilles le otorgarían un Nove-él de la Medicina, al tiempo que yo y Calzado recibíamos el Nove-él de la Indumentaria). Él y su madre pasaron a erigir, dirigir y corregir el prostíbulo "Qui Si Garcha Bene, Super-Duper Bene", que pasaría de un sucucho improvisado al prostíbulo más grande de Italia, que sería imitado por el resto de Europa, permitiendo que las Meretrices se conviertan no sólo en un gremio reconocido, sino como uno de los gremios más importantes de la Union Europea. Pero eso es otra historia.

Una vez concluído el hotel que estaban construyendo nuestros 10.000 recojecadáveres, al cual nombramos Fifalandia, le pregunté si no quería alojarse ahí, visto que hasta el momento su hogar era cualquier habitación del prostíbulo que no estuviese en uso. A regañadientes aceptó, y se alojó ahí hasta poco tiempo antes de su trágica muerte.

Pasamos juntos las aventuras, partuzas, fiestas, caravanas, desconches y tripeos más increíbles que haya yo o cualquier tano vivido, a tal punto que nuestras aventuras pasaron a ser parte del folklore italiano, recopilados en forma escrita en doce novelas tituladas Las Fumadas Aventuras de Juancho y Zimbardo. Entre algunas de las más significativas cuento la vez que creamos una banda para tocar junto con los Floyds y los 10.002, que se llamaba en un principio Alberto Va En Bici, pero rápidamente le cambiamos el nombre a Estampeeda En La Granja (se pronuncia granjah, como Jah). El nombre tiene una historia muy interesante, el tema es que no me la acuerdo. Una de nuestras mejores canciones, de la cual yo escribí la música y Zimbardo la letra, ganó fama internacional en el año 85 cuando fue reversionada con una letra diferente por la superbanda Sumo. El tema original, "La Tuca Apagada" decía así:

"LA TUCA
APAGADA
RESINADA
CHIQUITITA

ME DICE

POR QUÉ
ME APAGASTE?

Y YO
POR EL HAMBRE QUE DA
DESPUÉS DE FUMAR

POR EL FASO DE HOY
CUÁNTO GARPAS, EH?"



Nuestro estilo de vida en ese entonces era extremadamente decadente, nos habíamos entregado casi totalmente al opio, a la cocaína, la heroína, la cafiaspirina y la estricnina, teniendo que ser llevados de urgencia por sobredosis al menos una vez a la semana. Por su puesto, esto no podía sustentarse por más tiempo. Él, más que yo, tenía una fuerte naturaleza autodestructiva, y más de una vez lo tuve que convencer de que no se tire de edificios o se prenda fuego en el escenario, dos cosas que siempre lo fascinaron, y que eventualmente lo llevarían a una prematura tumba.

Recuerdo en una de nuestras sesiones de opio en Ubu Re Loco, sin darnos cuenta le dimos comienzo a un fenómeno que más tarde sería imitado por dadaístas, surrealistas y peronistas: la escritura automática. Empezábamos a delirar, tirando hilos interminables de frases y palabras y las anotábamos en papeles matrices, al despertar el otro día (generalmente con una o dos prostitutas a nuestros lados, y al menos una vez a la semana una de las prostitutas estaba muerta) lo releíamos, maravillados de lo que sucede cuando uno está realmente, totalmente dado vuelta.

En otra ocasión, y esto es de magra importancia, porque sería la raíz de un movimiento que cambiaría para siempre la faz, no sólo de las artes, sino de la geografía y política internacional, y como dije antes, no sólamente nadie le dió crédito a mi amigo, sino que se olvidaron de él totalmente; en otra ocación nos encontramos en las orillas del río Po, mojándonos las patas después de caminar desde la isla de Genova hasta ahí para comprar alfajores de maicena, que en ese entonces se encontraba nada más que en esa remota región del norte de Italia, a Zimbardo le entró la curiosidad (o será que nos pegó el opio justo en ese momento) y recordando lo poco de historia nacional que le había contado yo en el hotel, quiso reconstruir allá en los Alpes Apeninos la cruza de los Andes por el doctor José De San Martínez De Oz, con sus catorce mulas celestes y blancas, para conquistar de una vez por todas la vil tierra de Chile en la batalla que fue conocida como La Batalla De Reorganización Nacional, allá en el año 1876.

La cosa se puso cruda cuando entramos al rancho de un tano que se había establecido según tengo entendido unos 29 años antes con su familia en las costas del río Po para criar burros. Armados de palos y piedras, y mucha pintura blanca y celeste (de acuerdo, "pintura" es mucho decir, teníamos aproximádamente tres ceritas celestes y un liquid paper), entramos al rancho a las 5 de la mañana, tomamos prisionero al dueño y su familia que consistía de tres concubinas y unos veinte hijos, todos menores de 10 años (yo tampoco entiendo), robamos cada uno cuatro burros y procedimos a pintarlos con los colores que teníamos a mano. Cuando teniamos todo listo, y después de hacernos unos sánguches de mortadela (que estuvieron medio secos porque los ANIMALES, BRUTOS, BÁRBAROS TROGLODITAS no tenían mayonesa), cabalgamos hacia los montes apeninos, arrasando a nuestro paso un pueblo de 200 habitantes y un puesto de panchos.

Luego de una semana de frío, de que se nos murieran dos burros y de que se nos acabara el opio, finalmente cruzamos los Alpes Apeninos y estábamos en Suiza. Hicimos una pequeña gira por el pequeño país, donde nos recibieron como mesías de un mundo desconocido (en esa época Italia era un país poco explorado por los europeos, a tal punto que algunos cartógrafos descartaban su existencia como un mero mito), nos recibieron con pito matraca porrón y putas, como es la costumbre de los Suizos (qué pueblo maravilloso, no?). Finalmente llegamos a Zurich, donde nos metimos con los pocos burros que nos quedaban a un bar, que recién estaba abriendo. Este bar no tenía nombre, y su dueño, un tal Hugo Bola, nos recibió cálidamente, invitándonos con un trago de ajenjo (bebida nacional de Suiza). Nos pusimos a contarle nuestras historias y rápidamente nos convertimos en socios y amigos. Le dimos un nombre al boliche, y le cambiamos su onda totalmente. Pasó de ser un bar de esquina para viejos chotos que juegan al ajedréz a un prostíbulo donde además se fumaba opio y se discutía de filosofía y artes. Su nombre? Cabaret Voltaire. El resto es historia del arte.



















Pero nuestro aporte al mundo no terminaría ahí. Luego fuimos a la capital de Suiza, Bern, donde nos recibió su presidente, Johan S. Victorinox, a quien le hablamos de la mítica tierra de Italia, y que maravillado por nuestras anécdotas decidió enviar un grupo de scouts a explorar el nuevo mundo y establecer vías de comunicación. Éste ejército era muy precario, debido al largo historial de Suiza como un país tibio maricón que nunca quiere pelear. Pero son un pueblo extremadamente eficiente, por lo cual estaban equipados con diversos elementos e instrumentos necesarios para la supervivencia en terrenos desconocidos. Observé que estos elementos ocupaban demasiado espacio en sus uniformes, privándoles de espacio en los bolsillos para llevar opio y forros, elementos que considero imperativos a la hora de explorar Italia. Por lo cual le aconsejé a Johan que idee alguna forma de combinarlos a todos en un solo utensilio. No estoy muy seguro de qué tal le fué en ese sentido, pero lo seguro es que en menos de dos semanas Italia y Suiza eran los mejores amigos.




















Con el tiempo me enteraría que el dueño de la estancia que saqueamos y quemamos en nuestra aventura hacia Suiza era un tal Benito Amilcare Andrea Mussorgsky o algo así, y que al conocer nuestro plan juró en el nombre de sus mujeres e hijos que iba a vengarse de Suiza, pero confío que nunca llevó a cabo tal descabellado plan.



























Volvimos a Italia, a Genova, donde mi fiel amigo Sebastian estaba ensayando con Pink Floyd y los 10.000 cosechadores de muertos. Para este entonces, y luego de una experiencia tan liberadora como la de atravezar los Alpes Apeninos en burros pintados con ceritas y corrector líquido, era obvio que la idea de la libertad y la paz comenzaban a obsesionar a Zimbardo, que luego de que se le gastase la euforia y el opio, entró en un período profúndamente depresivo e introspectivo. Mis intentos de animarlo imitando a los pobladores del pueblo que arrasamos mientras rogaban por sus vidas no logró sacarle ni una risa. Recuerdo como si hubiese sido mañana, cómo un día mientras tomábamos un fernet en Ubu Re Loco, me tomó el brazo y me dijo: "Juan, has sido un fiel amigo, un compañero de aventura sin igual, y juntos hemos creado y destruído cosas bellísimas, pero mis días están contados. Yo lo único que quiero es ser libre, es volar. Quiero ser el viento y salir volando y levantarle las faldas a las minitas y volarles las chapas a los pobres y las pelucas a los ricos".

Cómo no entenderlo? Queríamos las mismas cosas, quizás yo de forma menos literal que él (aunque definitivamente soy pro-levantarle-las-faldas-a-las-minitas), pero ambos eramos almas desesperadas, enjauladas, en busca de una libertad total y pulenta. Esto fue alrededor de Diciembre, cuando estábamos preparándonos para la gira navideña. En el tercer concierto, lo hice subir al escenario como artista invitado, y él y yo, acompañados por la música de Rogelio Aguas y David Gilmoro, interpretamos nuestra última obra de teatro, titulada como el bar que tanto amábamos: "Ubu Re Loco". La obra giraba alrededor de nuestras andanzas, así como también nuestras poesías y delirios opiaceos. La obra culminaba con nosotros arrojando baldes de sangre y tripas al público, representando los traumas de la infancia de Zimbardo. Al público le encantó. En éste público, me enteraría más tarde, se encontraba nada más ni nada menos que el mítico Antonio Artaúd, quien, inspirado por nuestra obra, llegaría a escribir el manifiesto del Teatro de la Crueldad.

Lamentablemente, ese fue el comienzo del fin para Zimbardo.

Luego del concierto nos fuimos a festejar todos juntos, él, yo, el Seba, Pink Floyd, los 10.000 detectores de cuero y las groupies, al Ubu Re Loco, que al no poder dar cabida a tanta gente sacó sus sillas y mesas a la calle hasta cubrir Genova en su totalidad. Fue una celebración histórica, porque coincidía con el festejo de los 100 años de la ciudad. Zimbardo y yo nos separamos un poco del grupo (lo cual implica que nos fuimos a los límites de la ciudad), terminando en las costas del mar Adrianavarelático donde se levantaba un local de piercings y tatuajes. Totalmente en pedo, decidimos mandarnos y hacernos unos tatuajes. Él se tatuó en la escápula derecha una reducción de una foto mía golpeando a uno de los burros cuando estábamos en los Alpes Apeninos, que tenía mucha hambre y no quería seguir, pero a la quinta patada siguió andando. Yo, como mencioné antes, me tatué su nombre completo y su apodo, en la cara interior del cachete derecho del culo, para desgracia de mi tatuador, que según tengo entendido se retiró del negocio un día o dos después, retirándose para formar parte de los monjes Benedictinos.

Hubo un tiempo de relativa tranquilidad hasta que la ciudad entera se pudo recuperar de la masiva resaca que prosiguió a las celebraciones, que se extendieron durante unos dos o tres meses. Yo y el Seba aprovechamos ese tiempo para terminar de juntar todos los pedazos de cuero que pudimos encontrar en nuestras giras por europa y darle los ajustes finales a la Teoría Universal Del Zapato, que unos meses más tarde, en Septiembre del año 1969 presentaríamos a La Haya. Sin darme cuenta había perdido contacto con Zimbardo. Cuando quise contactarlo fui, naturalmente, al bar. Al no encontrarlo le pregunté al barman (a quien tiempo atrás había apodado cariñosamente como "Trisómico") si lo había visto, y me dijo que la última vez que lo vió había sido unos días antes. Me dijo que entró llorando a todo pulmón, hizo un fondo blanco de Fernet Vittone y murmuró entre sollozos algo de volver a su hogar y transformarse en el viento. Supuse lo peor.

Frenéticamente empaqué mis cosas, eh digo, mis drogas, y tomé al único burro que quedaba vivo. Preparé un mapa y un plan, y salí rumbo a Budapest. En el camino, por cada pueblo por el que pasaba, preguntaba por Zimbardo, y cada tanto algún pueblerino me contaba que lo había visto. Un señor de unos 70 años en Croacia me contó que había visto a mi amigo sodomizando cabras para luego prenderles fuego y arrojarlas por barrancos. Eso trajo una sonrisa a mi rostro demacrado por la desesperación: "heh... típico Zimbardo" pensaba. Una mujer en Serbia decía haber tenido cinco hijos con Zimbardo, lo cual era enteramente posible, ya que dos o tres de los engendros presentaban características que sólo había yo observado en Zimbardo, principalmente la tendencia de asumir poses de animales antropomorfizados mientras gritaban obscenidades y se golpeaban entre ellos, amorosamente, salvajemente. La nostalgia aplastaba mi alma.

Luego de un mes, llegué, el 24 de Mayo a la noche a Budapest. Noche gris, o mejor dicho violeta, lluvias intermitentes, humedad de 100% y mucho salame dando vuelta indicaban que iba a ser un día fatídico. Pero no lo fue. Fue tranca. Me la pasé de bar en bar preguntando por mi amigo hasta que finalmente un hombre con una sola pata y según observé unos tres gluteos me contó que había visto a mi amigo correr desde el prostíbulo en las costas de Buda hacia el puente Szabadság híd, que conecta a Buda con Pest. Me dijo que llevaba consigo una lata grande de pintura en aerosol y un par de foforos. Temí lo peor, otra vez.

Salí frenéticamente corriendo hacia el puente, gritando a quien estuviese escuchando que llamen a los bomberos para hacer un rescate, que mi amigo perdió la razón y estaba en el puente Szabadság híd. Llegué, la lluvia había cesado de repente y se despejaba lentamente el cielo. Ya era la 1:30, aproximadamente. Desde el comienzo del puente divisé una figura que escalaba uno de los mástiles, que tenía un águila de piedra como adorno. Llegué hasta el mástil gritando Capitan Rongorongo Voynich Aja'ib al-makhluqat wa ghara'ib al-mawjudat Taman Shud Lilliputian Freedom Fighter! Capitan Rongorongo Voynich Aja'ib al-makhluqat wa ghara'ib al-mawjudat Taman Shud Lilliputian Freedom Fighter! No cometas una locura! Me escuchó, ya trepado sobre el águila. Me dijo "Juan, me alegra de sobremanera que estés acá, pero esto es algo que tengo que hacer. Algo que tendría que haber hecho hace tiempo". Traté de que recapacite, traté de invitarlo a tomar un wiscacho y pensar en el asunto pero ya era tarde, se untó la espalda y nuca con la pintura, y mirándome por última vez me dijo

"Gracias por todo
nunca dejes de fifar
nunca dejes de hacer quilombo
no se te ocurra aflojar

Viva perón!"


Y tomando las cerillas procedió a prenderse fuego.

Mis gritos de desesperación fueron escuchados hasta bien adentro del pueblo, y a los 2 minutos ya teníamos a los bomberos en el lugar. Pero fue en vano. Lo único que pude hacer fue mirar cómo mi amigo, uno de los seres humanos más sensibles y extraños, únicos e incomprendidos que el mundo haya visto, se inmolaba, de forma magestuosa. Realmente, el suicidio más bello y memorable que he visto en persona (y vi varios en nuestra gira por Europa y nuestra invasión amistosa de Suiza).

Y bueno, así termina mi historia. Hoy 25 de Mayo del año 2010 se cumple una fecha que para mí es extremadamente importante. Hoy se cumplen 41 años que perdió el mundo a alguien a quien le debe tanta gente por tantas razones diferentes, especialmente yo, y nunca nadie le dió el reconocimiento que merecía. Yo sé que a él no le importaría, si viviese. Pero a mi si. Por eso me tomé estas cinco horas para contar, la historia de Zimbardo Tardígrado Soliton Capgras A.K.A. Capitan Rongorongo Voynich Aja'ib al-makhluqat wa ghara'ib al-mawjudat Taman Shud Lilliputian Freedom Fighter.

































Libre como el viento, amigo. Libre como el viento.